Por Maxi Ledesma

El contexto. Paso agosto y pasaron cosas en las calles: pasan los ministros pero las marchas se quedan. Las marchas son la punta del iceberg que se deja ver, desde hace tiempo, de una crisis y una fractura por abajo que parece no encontrar, aún, desbordes y sangrados. En todo caso, y parafraseando al Colectivo Juguetes Perdidos, lo que no se ve es el marco de nuevas violencias: porque si el territorio determina, allí se despliegan luchas por el dominio del mismo, y disputas entre trabajadores desengachados y los que aún hoy, mantienen la formalidad laboral.

La primera. El 7 de agosto se conmemoró la festividad de San Cayetano. Liniers albergó miles de argentinos que fueron a pedir por trabajo, pero sobre todo paz y salud. Desde allí, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) convocó a una peregrinación hasta la Av. 9 de Julio. La consigna del acto fue “Paz, pan, tierra, techo y trabajo” reconectando, una vez más, la memoria popular de la gran marcha que encabezó Saúl Ubaldini allá por 1981, en el ultimátum dictatorial. Pasó mucha agua debajo, y la sociedad se transformó radicalmente: en categorías sociológicas se suele hablar de “nuevos pobres” de entonces a “los pobres en movimiento” como popularizo recientemente Juan Carlos Torre. Sucede que allí donde había trabajadores empobrecidos, hoy se encuentran cantidad de experiencias organizativas y de enorme relevancia identitaria, tales como los recicladores urbanos, las actividades en torno a los comedores barriales o las prácticas derivadas de los programas cooperativos o de desarrollo social que se consolidaron como polos alternativos al trabajo salarial. Estos pobres caminaron aquel domingo, y se sumaron a un reclamo de época: la necesidad de ingreso universal que cubra, al menos, la canasta de indigencia (según la estadística estatal, la canasta de indigencia se encuentra en algo así como 49000 pesos mientras que la canasta de pobreza está en 111.000 aprox). Ahora bien, estás propuestas no son muy distintas de las discusiones anglosajonas del SXIX sobre la condición “miserable” de los obreros, e incluso, han sido defendidas por liberales de la talla de Milton Friedman. La propuesta, entonces, desde estás ópticas de países desarrollados abarca achicar, unificar y reemplazar el complejo sistema de compensaciones sociales que los Estados encaran, para devolverle grados de “libertad” a los individuos. En nuestro contexto, la marcha de San Cayetano se encuadra en la continuidad de luchas desplegadas por la UTEP desde hace unos años ya, y que podríamos definir como “el excel no es el territorio”: la política, sus técnicos en administración, y funcionarios de segundas y terceras líneas no tendrían que pasar por alto las actuales condiciones culturales y ambientales en los que se despliegan los nuevos reclamos.

Segundo: algo está pasando con el techo. Ese domingo se podía observar que las columnas vienen de puntos cada vez más alejados: KM 38-40-etc, Cuartel V, Guernica, Escobar, Cañuelas. El conflicto se aleja cada vez más, pero se sigue reclamando en el “centro del país”. Si sumamos a ello, alguna recorrida que hicimos en las marchas de Unidad Piquetera, las banderas de las organizaciones también indicaban este fenómeno. A modo de hipótesis rápida, de un lado y del otro, los que marchan son vecinos, hijos e hijas que compartes la misma escuela pública, el mismo bondi, la misma salud pública hecha bosta: el sistema público no reconoce si marchas para el PO o para el Evita. Se podría pensar que el protagonismo de los dirigentes del conurbano (de Massa a Insaurralde por ejemplo) generó un relativo  sistema de bienestar que se consolido alrededor de CABA,  siendo los anillos más alejados de la Ciudad de Bs. As. los más empobrecidos: la ciudad de la furia como espejo social.

Tercero. El 17 de Agosto marcho la CGT, una especie de reserva moral de la sociedad salarial a la argentina salió a la calle, aunque casi sin rumbo: sin oradores, sin grandes consignas, y con un documento bastante generalista, la CGT encabezó una marcha a la que se sumo la UTEP, pero que ese día también engancho la de Unidad Piquetera, por la tarde y en Plaza de Mayo: es decir, está si con un claro sesgo de oposición.

Hay que estar” parecía ser el mandato de quienes marcharon con sus sindicatos, y justamente en esa sentencia se dispara la pregunta por “los que faltaron”. La demanda de “luchar contra la inflación” y “poner lo que hay que poner”, deja el vacío para los sectores que casi nunca se escuchan: en el caso de los trabajadores registrados, y a pesar que sus ingresos están pulverizados, quedan al margen, por ejemplo, los trabajadores no registrados e incluso la economía popular ya tiene quien los represente. La problemática de los ingresos es trasversal a ambos sectores, pero existe un núcleo de problemas que nadie se encarga de cubrir, precariedad, flexibilización, y trabajos sin derechos, no forman parte de la agenda pública de los grandes sindicatos. De hecho, la inspección del trabajo, potestad del Ministerio de Trabajo de Nación a través de sus Agencias Territoriales se encuentra lo suficientemente desarticulada en su labor diario junto a sindicatos regionales. La CGT parece cubrir ese “vacío simbólico” de peronismo que no tiene un gobierno que encara semejante ajuste fiscal, incluso más severo del propuesto por Martín Guzmán. En este sentido, las contradicciones comienzan a aflorar dentro de las organizaciones y las paritarias pasan a ser insuficientes ante la vorágine inflacionaria. Es en este combo que se muestra “poder de fuego” callejero, y capacidad representativa, justamente en un contexto donde las plataformas políticas parecen haber encontrado su “realismo capitalista” y parecer todo lo mismo e incluso que no haya alternativa más que esto que sucede. La discusión, entonces, pasa por encarar un programa que sostenga los derechos esenciales del trabajo: jubilación, vacaciones y un seguro por riesgos del trabajo. La crisis es de tal magnitud que cada día que pasa nos conformamos con cada vez menos.

Cierre. Es en este clima que se desató la tormenta perfecta con el pedido de condena a CFK por la causa Obra Pública y que encabeza el Juez Federal Diego Luciani, “flamante” jugador de fútbol en la quinta de Mauricio Macri… De final imprevisible, este intento de juzgar a la vice presidenta, despertó un fervor popular como no se veía hace rato, sumado a la unidad dirigencial detrás de ella. En este sentido, se puede presumir que a la crisis social de larga data, sobreviene una crisis de carácter sistémico para todo el arco político, donde las tramas entre servicios, policías, jueces, y dirigentes políticos entraron en ebullición. Si como mencionamos al principio de la nota, en el territorio se despliegan una amalgama de violencias y disputas, es allí donde se cocinan las vidas de “los que marchan” y no sabemos cuantas marchas más aguantan nuestros cuerpos.

 

Si queremos conocer que pasa en el variopinto mundo de la “clase trabajadora” argentina hoy tenemos que ir a escuchar y leer a Martín Rodríguez, Paula Abal Medina, Mario Wainfeld, Pablo Semán. Son autores que más allá de las “determinaciones estructurales”, conocen el paño, y recorren la calle lo suficiente para acércanos y mirar más allá de los números que dan cuenta de “los últimos y los ante últimos”. De ese domingo de San Cayetano a la fecha, me toco visitar a mi director de posgrado que me iluminó, una vez más, con una frase al hueso: “la inflación para los pobres significa que no se puede elegir que comer”. Gran parte de estás reflexiones convergen en las conversaciones con el, Dr. Eduardo Rojas Cuellar, porque hablar no es lo mismo que escribir, ni mucho menos ir y ver.

Las fotos pertenecen a este autor