“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”
Salvador Allende.

Nuestro país está atravesando un momento de quiebre, como tantas veces en su historia, a nivel de representatividad política.

La historia más reciente estuvo signada por una década marcada a fuego por el Consenso de Washington, neoliberalismo, farándula política, miseria y hambre contrastada con Ferraris y extravagancia por parte de quienes fueran representantes del pueblo en la arena política de la democracia.

Luego del estallido social más turbulento que vivió nuestro país, llegó Nestor Kirchner, los gobiernos populares de América Latina, la ampliación de derechos, los procesos de organización, la juventud interpelada, miles de jóvenes de todo el país volcándose a la militancia para transformar la realidad.

Lo que parecía un proceso revolucionario comenzó a desinflarse, una vez más, hacia fines del ciclo kirchnerista (2015) para, luego de 12 años de gobierno popular, perder las elecciones frente a un candidato neoliberal como Mauricio Macri, con el cual llegaron nuevamente el FMI, los ajustes brutales, la represión afuera del Congreso de la Nación mientras adentro se votaba en contra del pueblo.

 

Fernández-Fernández: una nueva esperanza.

Durante la semana de Mayo, en 2019, nuestro pueblo amaneció con la noticia, en voz de la propia Cristina, de que Alberto Fernández sería quien encabece la fórmula presidencial para ganarle al macrismo. Una jugada inesperada, secreta, de las pocas cosas que no se filtran como se filtra todo en la era digital.
Dicho y hecho, el pueblo habló y la última aventura neoliberal no logró durar más que 4 años de mandato, aunque se fue con 40% de los votos.

Sin embargo, luego de dos años de gobierno del Frente de Todxs, una pandemia y un crecimiento que no se vio reflejado en la mesa de nuestrxs compatriotas, la coalición oficialista perdió las elecciones legislativas de este año por un considerable margen frente a Juntos por el Cambio.

¿El macrismo, hace dos años perdedor, volvió a crecer en cantidad de votos? No, se mantuvo, pero el Frente de Todxs bajó estrepitosamente la cantidad de votos, que no se fugaron tanto a otras fuerzas sino que la participación fue bajísima, la menor en la historia de la democracia.

 

El desinterés generalizado

Lo que hace no más de diez años parecía una revolución democrática, con una juventud reventando las urnas, entusiasmada por ir a votar, estallar las calles aledañas a la Casa Rosada y vivir el triunfo electoral más grande que obtuvo una candidata a la presidencia en la democracia, hoy se convirtió en apatía, desgano y desinterés por el mundo político.

Es verdad: la juventud de aquella elección ya no es juventud. Pero la juventud de hoy, en grandes términos, se siente ajena a la política, viendo esta, una vez más, como una carrera, la profesionalización de la política, un mundillo de personas con aspiraciones individuales que poco se preocupan por resolver las miserias de un pueblo que pareciera nunca llegar a hacer pie.

Sí, hay que cambiar el rumbo económico. Sí, hay que modificar el gabinete. Sí, hay que seguir manteniendo la unidad. Pero dejando de lado las cuestiones de gestión y, como bien marcó CFK, de responsabilidad con el mandato del pueblo, el mensaje expresado en las urnas el pasado 12 de septiembre es un llamado urgente a cambiar la forma de hacer política.

La práctica de quienes militamos, quienes son parte de una gestión, quienes tienen un mínimo de responsabilidad política, no puede tender a la burocratización y por tanto al distanciamiento creciente de la realidad. Porque entonces la política pierde legitimidad y deja de ser una herramienta del pueblo para transformar positivamente nuestra realidad para pasar a ser vehículo de los grupos económicos y la oligarquía para conservar sus privilegios, defender sus intereses y, en consecuencia, acrecentar la brecha entre el pueblo de a pie y quienes concentran mayor riqueza.

Estamos ante una juventud que pretende que la política se parezca más a lo que ven al salir de su casa que al mundo protocolar de traje y corbata que en nada se parece a su barrio, una juventud que pretende que le hablen sin vueltas y que eso no signifique sentirse subestimada desde un Tik Tok, que vea posible desarrollarse en su patria y no sienta que el destino es para unxs pocxs.

Necesitamos cambiar el rumbo económico, necesitamos que la política le gane al liberalismo de nuestra práctica cotidiana y que lo colectivo vuelva a subordinar a lo individual, para eso es necesario volver a construir organización, pequeñas trincheras de discusión y encuentro con lo real. Herramientas del pueblo para transformar y construir junto a otrxs. Porque si nosotrxs mismxs liberalizamos la práctica política, mostrándonos parecidxs a lo que combatimos, no podemos sorprendernos del aumento vertiginoso de las fuerzas “libertarias” de ultra-derecha que se favorecen del discurso de la anti-política o del son todxs lo mismo.

 

Un militante más.