El poder económico viene reaccionando desde hace años al avance de gobiernos populares, la ampliación de derechos, las ideas de inclusión y reducción de la brecha de desigualdad.
Tanto es así que a la oleada de gobiernos populares que comenzó hace dos décadas en Latinoamérica, se le han cobrado esos años de avanzada con bloqueos, lawfare, juicios políticos y hasta golpes de estado clásicos, como el que sucedió en Bolivia en 2019.

Sería un error pensar que el rápido crecimiento y posicionamiento de los libertarios como Espert y Milei son un fenómeno local. Viene organizándose a nivel global una tendencia de extrema derecha con un discurso unificado, sin esconder violencia a la hora de repudiar los derechos obtenidos en materia de género y diversidad, negar nuestra historia de dictaduras y desapariciones, y hasta negar la crisis climática que atraviesa el mundo por la fuerte contaminación de las superpotencias mundiales.
Pero hablando de casa, estos personajes emergentes que aparecen en la escena política, vienen a defender los mismos intereses que vino a defender el macrismo: los del poder económico concentrado.
La pandemia recrudeció los niveles de desigualdad a nivel global, ahora los millonarios concentran aún más riqueza y cada vez hay más población pobre. La manera de mantener estos privilegios y seguir aumentando sus ganancias es con flexibilización laboral, con menos derechos y desalentando la participación política de las masas.
El macrismo volvió a poner la pesada piedra del FMI sobre nuestro país, pero no logró la continuidad que precisaba para llevar adelante la agenda que le marcaban desde Washington. Lograron, represión de por medio, votar la reforma previsional, pero no llegaron con la -tan preciada para los liberales- reforma laboral.
Hoy los Milei y los Espert hablan de la necesidad de estas medidas, y vienen con la gacetilla de la embajada de Estados Unidos abajo del brazo.
Tal vez esto pueda ser leído como que el poder económico quemó sus fusibles en la política muy rápido con el desastre del macrismo, un candidato que fueron preparando por años para una actuación fugaz y decadente, por eso se agregó el furgón de cola de los libertarios que traen las mismas intenciones pero con un discurso más crudo, violento y radicalizado: acorde a estos tiempos.
Los procesos históricos traen dentro de sí etapas, y estas, coyunturas. En esta mamushka de la historia, nuestro pueblo sigue en medio de una puja por la distribución equitativa de la riqueza, un vivir digno y con tranquilidad. Cristina planteó el pasado 16 de octubre que “la única manera de reconstruir las mayorías es cuando se hacen cargo de las demandas de la sociedad y de las necesidades que tiene el pueblo”. Por eso esta etapa requiere dejar de evitar el confrontamiento, que es la esencia de la política, y enfrentar a los grupos económicos que amenazan y extorsionan constantemente a nuestro pueblo especulando, formando precios y concentrando cada vez más riqueza a costa del bolsillo de los argentinos y argentinas.