Por Lic. en Historia Luis Cabral

Cada 25 de mayo nos invita pensar cuando y cómo surgió lo que hoy conocemos como la Argentina. Desde fines del siglo XIX y durante gran parte del siglo XX predominaron las narrativas liberales, es decir aquellas orientadas a la construcción de un orden republicano basado en los grandes héroes con gestas inalcanzables a cualquiera de los comunes. Este proceso de deformación del pensamiento de los dirigentes más revolucionarios de la Primera Junta de Gobierno como Manuel Belgrano, Mariano Moreno y Juan José Castelli implicaba negar la experiencia popular e igualitaria representada por, entre otros, Artigas en la Banda Oriental. Fue un proceso de invisibilización de los sectores populares, negros, indígenas y mujeres y que impacto en varias generaciones y sus formas para divulgar y escribir la historia argentina.

Hace unas décadas surgieron nuevas interpretaciones históricas que buscan dar voz a lo que el historiador británico E.P Thompson llama la sub política, a los sectores populares a las mujeres, los esclavos, los libretos, campesinos, trabajadores urbanos, a todos los sujetos que fueron invisibilizados, ignorados y silenciados. Hoy predominan las nuevas narrativas en este sentido, que buscan comprender la historia desde la propia subjetividad de los sectores populares. Hace unas décadas comenzaron a tener presencia figuras como Juana Azurduy y María Mercedes del Valle, pero también Anita Perichon y Mariquita Sánchez. El historiador argentino Gabriel Di Meglio, es uno de los más destacados en este campo, donde busca comprender cuál fue el rol que tuvieron los sectores populares durante la Revolución de Mayo. Con una clara premisa, sino conocemos cual fue el rol, las ideas, las representaciones, las expectativas no podemos entender lo que realmente sucedió a partir de mayo de 1810.

¿Podemos decir que la Revolución de Mayo fue una revuelta popular? Realmente no sabemos si fue eso, pero hay indicios de participación popular de manera evidente: por ejemplo, fue el Regimiento de Patricios que se encontraba en la Plaza de la Victoria quienes ejercieron presión al hacer circular un petitorio con los nombres que debían figurar en el nuevo gobierno autónomo. Los documentos históricos mostraron que esa lista y los que finalmente accedieron a esa primera Junta, coincidieron. Por otro lado, French y Berutti congregaban detrás de sí, al menos unos 600 hombres que acompañaban el petitorio de destitución del Virrey Cisneros. A modo de conjetura podemos decir que, a partir de la Revolución de Mayo, se hace evidente la variable “participación popular” para formar un ejército de liberación y que la sola participación de los batallones de elite es insuficiente. A partir de la Revolución, la participación popular fue sumamente relevante para dirimir las disputas entre las elites porteñas y de las provincias.

Al mismo tiempo, es posible afirmar que las invasiones inglesas sean un antecedente que termino de configurar una tradición de participación de los sectores populares. Algunas fuentes indican que fue el propio pueblo el que impidió el regreso del Virrey Sobremonte, acusado por no haberse quedado a defender la ciudad frente a invasores extranjeros.  Si se me permite el uso de la imaginación, se podría decir que las personas de los sectores populares entendieron que nadie se salva solo; surgían problemas en la comunidad y era esta la que decidía su suerte, en este caso, rechazar al Virrey.
El 25 de Mayo abrió un nuevo periodo, una nueva forma de participación popular en un contexto donde se tuvo que defender con las armas la reacción contrarrevolucionaria. Las elites criollas convocaron a los sectores populares, lo que abrió nuevas posibilidades de ascenso social y participación, según lo menciona el historiador Ezequiel Adamovsky. La historia se comenzaba a contar de otro modo.